miércoles, 14 de mayo de 2008

BAR

En segundo curso, me llego la carta con la fecha en la que empezaban las clases, no se si lo entendí yo mal o si fue un error en la fecha, pues llegue un día antes a la Universidad, encontrándome con esta cerrada, hablando con el guardia, este me dijo que las clases empezaban al día siguiente, así que allí me ves a las dos de la tarde cargado con la maleta y con un hambre que no veas, así que en vez de bajar a Málaga en el autobús, fui al sitio que conocía, al bar de la Colonia Santa Inés, nosotros habíamos empezado a ir allí por que los recreativos que había en la colonia habían cerrado a los seis meses de iniciarse el primer curso, y en este bar había una maquina del millón (la máquina de tacos de toda la vida), y allí pasábamos algunas tardes. El propietario al verme allí cargado con la maleta me preguntó que había pasado, contándole lo anteriormente sucedido, el hombre me dijo que aunque ellos no eran una pensión, que si no quería bajar a Málaga, que me quedara allí a comer y a cenar y que dormiría en su casa, así que pase toda la tarde en el bar. Al llegar había un señor terminando de tomarse un cubata que al poco tiempo se fue, pero a la hora más o menos volvió y nada más entrar pidió un pelotazo de coñac. La verdad es que no llegue a hablar con el, pero como había visto lo que había pasado parece que le di lastima o algo así, pues al pedir la segunda coca cola de esa tarde le oí decir, Pepe, ponme un pelotazo y la coca cola del chico la pago yo, (he puesto este nombre porque es de lo más común, pero la verdad es que no me acuerdo de cual es el nombre del propietario del bar). Esa noche, en su casa particular montaron una cama plegable en el comedor donde pase la noche, por cierto no me cobraron nada. Bueno, como entonces con 15 años, no se otros compañeros, pero yo particularmente no bajaba mucho a Málaga, y estando agradecido al propietario del bar, con algunos compañeros nos íbamos a éste a pasar la tarde del domingo, como ya os he comentado había una máquina del millón, que con un poco de suerte, con 10 ó 25 pesetas (pues todo sube), nos tirábamos toda la tarde jugando. La primera semana que bajamos, al rato de estar allí y habérsenos terminado la coca cola, oí aquello de: Pepe un pelotazo y sírveles una coca cola a los chicos que la pago yo, los compañeros se quedaron extrañados, pues no sabían porque este señor nos invitaba, así que les tuve que contar lo que me había pasado. No creáis que nos invitó sólo una vez, pues en los años siguientes seguimos yendo al bar, y de vez en cuando este señor nos volvía a invitar. Después me entere que a varios compañeros les había pasado lo mismo y se quedarón en una pensión en Málaga. Así, que desde aquí, aunque se que no nos leen, le doy las gracias, tanto al propietario del bar como a este señor desconocido.

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