jueves, 15 de mayo de 2008

Mi primera acampada

Bien sabido es por todos los "laborales" de las penurias económicas que solíamos padecer. No obstante, nos las ingeniábamos para ir solventando el día a día e ir ocupando los ratos libres con actividades de poco gasto económico. A parte de ver la tele o practicar algún deporte, algunos sábados nos íbamos "haciendo dedo" a Málaga y nos pasábamos toda la mañana viendo las secciones de música y deportes de los grandes almacenes de entonces (Almacenes Mérida, Félix Saez, etc.). Si íbamos a Torremolinos, siempre intentábamos colarnos en el tren (algunos llegaron a ser especialistas consumados) para ir al Tívoli y saltando la tapia para entrar. Los que iban al fútbol a la Rosaleda... bueno, de eso me estoy quedando con las ganas de que alguno de los asiduos nos enriqueciera con sus experiencias. Los discotequeros también podrían ponernos al día sobre sus ingenios para entrar sin pagar.
En fin, todo esto sirve de introducción para contaros el fin de semana en que seis compañeros decidimos irnos de acampada. La Uni nos prestaba las tiendas, los sacos de dormir y también nos daba los bocadillos. Así pues, nosotros sólo debíamos aportar el dinero del autobús para desplazarnos y algo para los gastos de guerra. Nos reunimos en la sala de estudio de la Residencia 1 y una vez calculado el capital del que disponíamos cogimos un mapa e hicimos un círculo. Nuestra zona de acampada debería estar en alguna localidad dentro del círculo y este no llegaba más allá de unos 20 km alrededor de Málaga, por lo cual decidimos ir a un pueblecito, desconocido para la mayoría y rodeado de olivos llamado Benagalbón. Pues aquí nos tenéis un sábado por la mañana ultimando los preparativos a José Antonio, Arbolea, Gazquez, Retamero, a otro de cuyo nombre no logro acordarme y un servidor.
El primer contratiempo nos surgió antes de salir, porque José Antonio y Arbolea tenían partido de fútbol en la Uni, por lo cual decidimos irnos los cuatro restantes y uno volvería a la hora acordada para acompañarlos a la zona definitiva de la acampada. Cogimos el autobús hasta Málaga y allí otro que nos dejó en un cruce a la salida del Rincón de la Victoria, desde allí Gazquez o Retamero (uno de los dos, no lo recuerdo bien) se volvió para Málaga, donde quedó con Arbolea y José Antonio. El resto subimos por una empinada carreterilla, cargados con las mochilas y haciendo flechas con tizas en el suelo para que se orientara el resto de la expedición.
Casi "entre dos luces" llegamos a una finca de olivos a la entrada del pueblo y montamos las tiendas en una esquina del bancal. Hicimos una hoguera para que también sirviera de guía. Al final los tres restantes llegaron ya de noche y venían con una linterna siguiendo las señales de tiza. Ya todos juntos y "acomodados", nos comimos los bocatas de la Uni. Gazquez, José Antonio y yo nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo, mientras que el resto prefirió quedarse en las tiendas al calor de la hoguera y a la luz de las estrellas.
La poca juventud que allí había se divertía tomando cubatas y bailando en una habitación decorada con fotos del "Pronto" de Camilo Sexto, Julio Iglesias, etc. y con la iluminación de una bombilla pintada de azul.
Estuvimos charlando con unos muchachos y nos invitaron para ir con ellos el día siguiente, que era domingo, a una comida campestre. No nos comprometimos a nada porque teníamos que contar con el resto de la expedición y con nuestra mentalidad democrática, la decisión debía ser tomada por todos.
Volvimos, nos acostamos y al día siguiente había disparidad de opiniones, unos querían irse de fiesta al campo y otros se planteaban la vuelta. Al final, los horarios de autobuses y el saldo monetario de nuestros bolsillos decidieron que lo más sensato era volver a la Uni.
Nos despedimos de nuestras efímeras amistades y así nuestra pequeña aventura tocó fin cuando apresuradamente llegamos al comedor poco antes de que lo cerraran.

1 comentario:

Rus dijo...

Seguro que nuestros hijos no se lo creen.... pasarselo bien... sin un duro en el bolsillo. Que tiempos compañero, con que poco eramos felices y disfrutabamos. Tan solo las ganas y unos buenos amigos... Por ello merece la pena mirar atras. Gracias por compartir con nosotros, Bubi. Es curioso, pero en aquella epoca nunca llegue a saber tu nombre. Eras Bubi. Un beso. Isabel.